Helicobacter pylori es una bacteria en forma de espiral que coloniza el revestimiento del estómago. Está asociada a condiciones como gastritis crónica, úlceras gástricas y duodenales, e incluso un mayor riesgo de cáncer estomacal. Su transmisión se da principalmente a través del consumo de agua o alimentos contaminados, especialmente en entornos con condiciones sanitarias deficientes.
Síntomas principales:
- Dolor o ardor en la parte superior del abdomen.
- Sensación de llenura y eructos frecuentes.
- Náuseas, pérdida de apetito y, en algunos casos, vómitos.
- En etapas avanzadas, puede presentarse sangrado digestivo.
Causas y factores de riesgo:
- Ingesta de agua o alimentos contaminados.
- Condiciones de higiene deficiente y hacinamiento.
- Entornos socioeconómicos con menor acceso a servicios sanitarios adecuados.
- Factores individuales como el uso prolongado de antiinflamatorios pueden aumentar la susceptibilidad.
Soluciones nutricionales y terapéuticas:
- Tratamiento médico: Es fundamental seguir el régimen antibiótico prescrito junto a inhibidores de la bomba de protones para reducir la acidez estomacal y erradicar la bacteria.
- Dieta suave y equilibrada: Optar por alimentos fáciles de digerir, como sopas, verduras cocidas, arroz y cereales integrales, evitando irritantes como café, alcohol, alimentos muy condimentados y grasos.
- Probióticos y prebióticos: Incorporar yogur, kéfir y otros alimentos fermentados para ayudar a restaurar el equilibrio de la flora intestinal.
- Hidratación adecuada: Beber agua segura y mantener una buena hidratación para favorecer la recuperación.
Otros enfoques complementarios:
El seguimiento médico es clave para evaluar la respuesta al tratamiento y prevenir complicaciones. Además, adoptar buenas prácticas de higiene en la preparación y consumo de alimentos ayuda a prevenir reinfecciones. Integrar un enfoque nutricional con la terapia médica puede favorecer la salud digestiva y acelerar el proceso de recuperación.